Reflexiones en tiempos de pandemia.

Reflexiones en tiempos de pandemia.

Hace seis meses el mundo habitual y conocido se derrumbaba tras la aparición de una pandemia. Todas nuestras herramientas y prácticas pedagógicas perdían utilidad, la poliédrica situación que nos deparó el destino hizo asumir muchos y variados problemas para profesores y alumnos en todos los niveles durante el confinamiento.

Se asumió que la solución ante la necesidad de quedarse en casa, para reducir el número de contagios, era realizar clases virtuales. Este modelo hizo evidente la gran desigualdad en áreas rurales y de acceso a internet y recursos tecnológicos en familias con escasos recursos económicos y menor nivel socio-cultural, con el consiguiente estrés para los alumnos y las familias. Una desigualdad que se ha vuelto a ignorar prácticamente en los actuales protocolos de vuelta a los centros educativos.

Durante la cuarentena ha resultado muy destacable el papel de las familias. Fundamentalmente ha recaído en las mujeres, que han sabido sumar de forma mayoritaria el acompañamiento pedagógico a sus trabajos cotidianos y labores domésticas.

Por otra parte, el confinamiento propició problemas psicológicos y de salud mental en los alumnos: frustración, soledad, miedo, incertidumbre, angustia, tristeza, pérdida de autoestima… La escuela o centro educativo en ocasiones se había convertido en el único refugio de unos hogares conflictivos donde proliferaba la ansiedad, los maltratos o la incomprensión. Estos conflictos han originado un aumento de la impulsividad, trastornos de conducta y graves tensiones familiares entre padres e hijos, hermanos y amigos, pendientes aún de solventar.

Un aspecto positivo de la comunicación virtual entre profesores y alumnos es que ha favorecido las relaciones personales entre estos, facilitando la posibilidad de acercamiento. Porque aquellos alumnos de carácter introvertido y reservado, con dificultades para manifestar sus opiniones abiertamente en el aula, perdieron paulatinamente dicha dificultad, posiblemente debido a la relación más individualizada que se estableció. Por añadidura, algunos alumnos habituados a utilizar las redes sociales como medio de comunicación, en el que reflejan sus sentimientos y emociones más íntimas, pudieron perder su timidez y sentirse más confiados.

De estas y otras muchas conclusiones, deberíamos tomar el escenario que se presenta como un momento para realizar diversos cambios respecto a la visión en el trabajo docente.

Actualmente se trabaja con planteamientos pedagógicos excesivamente rígidos y obsoletos, en los que se privilegian los conocimientos básicamente memorísticos. Conocimientos que no todos pueden alcanzar o aportar, para estar a la altura de unas exigencias y expectativas caducas. En pleno siglo XXI, habría que orientar la formación de nuestros alumnos hacia una sociedad más igualitaria, crítica y emprendedora, flexibilizando y mejorando distintas metodologías, objetivos y contenidos. Ha quedado claro que es necesario revisar y actualizar el sistema pedagógico, orientarlo hacia campos más interdisciplinares y abiertos, aplicando nuevos planteamientos a los objetivos y contenidos de las programaciones didácticas en enseñanzas Primarias y, fundamentalmente, Secundarias.

En pocos días comenzará un nuevo curso, marcado por la incertidumbre y el peligro de contagios. Ahora es necesario un cambio de mentalidad y es un buen momento para arriesgarse con una serie de propuestas que anteriormente parecían más complicadas. En principio, habrá que renunciar al paradigma de la eficiencia, olvidarse del objetivo de la calificación y centrarse en el bienestar, la comunicación y la motivación de los alumnos para poder facilitar el aprendizaje. Esta situación de regreso a las aulas o lienzo en blanco puede ser utilizado como explosión creativa y comunicativa que intente hacer felices a los alumnos y ayudarles a convivir con todos los problemas originados por la pandemia. Desconocemos cómo cambiará el trabajo docente cuando aumenten los contagios en las aulas. Pero, aun deseando que no se produzcan o se produzcan mínimamente, deberíamos prever la posibilidad de organizar el traslado de algunas aulas al exterior.  A grandes y espaciosos edificios públicos, abiertos y cerrados: museos, ayuntamientos, palacios, iglesias, parques, jardines… Lugares donde poder desarrollar algunos de los contenidos curriculares.

Como conclusión, y además de aportar trabajo y voluntad, resultaría beneficioso centrar todos los esfuerzos docentes y recursos pedagógicos en el bienestar emocional del alumnado. En intentar orientar la transmisión permanente de conocimientos entendiendo su bienestar y felicidad como uno de los pilares fundamentales y sustentadores de la sociedad del futuro.

Luís Sainz Blanco (Profesor Titular y Tutor de Enseñanza Secundaria)

Rosa Poo Espinosa (Fundadora de Aldea del Talento)

Yolanda Pérez Novoa (Profesora Titular de Enseñanza Secundaria)

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